miércoles, junio 11

Pedidos

Es común quejarse de la vida. De lo que le pedimos a la vida, lo que la vida no nos da, lo que la vida sí nos dio, lo que nos falta y lo que nos sobra, como si hubiera un Papá Noel cósmico encargado de leer nuestras cartas mentales a la hora de dormir, cabeza sobre la almohada, o con la cabeza apoyada sobre la ventanilla de un colectivo y los ojos entrecerrados entre melodía risueña a niveles de decibeles dañinos para los oídos y procesarlas convirtiéndolas en realidad. Quizás existe ese Papá Noel, quizás no. Intentar decidirlo llevaría esta entrada a un interminable debate no falsable ni verificable de si existe algo más o no.
Yo creo que la vida sí nos da lo que pedimos, en un sentido muy amplio, claro, pero lo hace. Sólo que traviesa, como los dados que manejan las estrellas, lo hace desordenadamente, sin respetar prioridades de pedido, como si se tratara de una serie de torrents que están pendientes por tiempos porque no tienen fuentes, y descargan en forma de una ventanita sorpresiva y casual que cuenta que sí, esa película que pensabas jamás descargaría lo hizo después de todo, como un regalo de Navidad en el mes de octubre, como un colectivo que llega cuando uno recién levanta la vista del celular al llegar a la parada.
Pedimos de todo, y lo pedimos con insistencia, lo rezamos, lo imploramos, lo invocamos con el canto frenético en coro en un boliche. Pedimos el primer amor, el gran amor, el primer beso que nos hace temblar cada célula del cuerpo, que nos hace liberar todos los neurotransmisores al mismo tiempo, como un momento de muerte en vida. Pedimos un romance glorioso, sin sueño y apasionado, sin una sola canción que logre comprenderlo más que leer y releer los clásicos de la literatura y sus desgarrantes estrofas. Pedimos un  corazón roto, al menos uno, para sacarnos de la monotonía de la vida real, para llenar de emociones a la nada misma. Pedimos el sexo, la relación llena de lujuria, la juventud oscura que se esconde detrás de las arrugas de los ancianos alimentando palomas en las plazas. Pedimos el amor correspondido, la ternura en el día a día, la rutina de la relación, el amor luego de los 200 "te amo". Pedimos al pretendiente, aquella persona que se enamora de nosotros cuando no fue a propósito, seducida por las auténticas bellezas del día a día, sin maquillaje, sin risas nerviosas, sin palmas sudorosas, ese amor que no explica y uno mismo jamás podría entender que es causado por la esencia de colores que perfuma la piel de cada ser. Pedimos la libertad, la soledad, el paisaje con todos los caminos donde cada uno conduce a un paraíso distinto, con playas de agua verde, bosques de lavanda y silencio, montañas imponentes y majestuosas y el simple césped lleno de flores, donde cada uno invita a la elegancia de la paz y propone un peligro inminente e incógnito.
Pedimos, pedimos, pedimos, porque somos seres humanos, y es lo que hacemos. Y nos quejamos de que no llega, de que no está, de que es por nada, que nunca va a suceder. Pero sí, sucede, y llega todo, eventualmente, o al menos casi todo. 
Llega el primer amor, luego el primer romance. Llega la historia para contar a los nietos, llega la relación hermosa con tortas de zanahoria y budín de jengibre, el pretendiente inesperado, la lujuria y el corazón roto. Todo desordenado, todo en cualquier tiempo, como globos que se tiran al mar desde lo alto del cielo, y caen como piruetas de colores en círculos erráticos, hasta besar con suavidad los salados labios del océano. Entropía, pasiones y un tornado sobre los caminos que conducen a todos los paisajes, llevando por el aire las serpientes y las fores venenosas, las tormentas eléctricas y la lluvia helada, mezclando los peligros y convergiendo los placeres, como un gran tornado donde uno es el ojo, hecho bolita, respirando grandes bocanas de aire.

lunes, mayo 26

Tomar nota

Recordar esa sensación de opresión en el pecho y sudor fino en la frente en los años tempranos del colegio primario y secundario, ya más de una década lejanos. Recordar que esos momentos la mirada siempre estaba fija en un pizarrón verde, y sucedían conversaciones simultáneas entre la maestra y los compañeros, los compañeros y las voces de la juventud interna, las voces de los fantasmas del juego que esperaba en casa, sobre un estante, aún sin vida.


Ni siquiera recordar tanto tiempo atrás, recordar el corazón latiendo fuerte contra el pecho, el sudor en la palma de la mano, al estar en un anfiteatro universitario con un investigador dando cátedra sobre todo su conocimiento respecto a las proteínas del citoesqueleto y la generación de señales. La asimilación simultánea de decenas de partículas de información que se acumulan en el cerebro como polvo, oleadas de polvo masivas que generan una secuela de estornudos en la mente, y el conocimiento repentino de que algo de toda esa polvareda es información relevante; notar cómo se escapa infiltrado entre todo información que va a marcar la vida, información que es para releer, retomar y revivir, y la prisa inmediata a tomar la lapicera y, frenéticamente, tomar nota hasta que no quede detalle sin estar plasmado en el recuerdo eterno de una hoja de papel.

Ésa es la sensación que me ocurre, por momentos, en el transcurso de mis días. El pánico silencioso de sentir que se escapa como agua por mis dedos las historias que me hacen reir y suspirar, quedando libradas al azar si yo un día, en mis días de anciana, evoco esos imágenes y entiendo un poco el sentido de la vida.

martes, mayo 20

Sutil

Pocas cosas cambian la percepción de la vida y la muerte en toda su integridad. 25 años y a veces se requieren más, a veces menos, para verlo y oirlo todo: grandes hazañas, milagros de la vida, fenómenos de la naturaleza, maravillas de la humanidad, la belleza más grande del mundo o la crudeza del hombre en su mayor expresión. Música proyectándose en el cielo, con las estrellas alineada a las notas de las mejores canciones percibidas por una mente, y sí, eso es inolvidable, impredecible, irrepetible y soñable cada vez, como un momento feliz al que aspirar cuando los ojos se cierran en un subte lleno en hora pico y uno sólo quiere ocultarse bajo el acolchado y pretender que no existen presiones ni problemas ni soluciones.

Pero pocas cosas cambian la percepción de la vida y la muerte, como lo hacen presentar el comienzo y el fin de la vida.

De repente, todas aquellas analogías que aprendí en la escuela, en las clases de literatura, en la imagen bíblica del bien y del mal, del cielo y del infierno, el yin y el yang, el ángel y el demonio, los vectores de misma dirección y distinto sentido que construyen la psiquis humana, el deber y el placer, todo ello se lo ve, se lo entiende, se lo percibe, casi como si se viera una presencia mística encargada de un simple trabajo que es tocar con una varita mágica un cuerpo inerte y darle llanto y color. Tomar un alma llena de amor y vaciarlos, dejando, nuevamente, un cuerpo inerte, lleno de experiencias, de abrazos, besos, dormir en una misma cama y cuidar más que a nadie en el mundo.

No es cuestión de un minuto, ni de un segundo, ni de un mili micro pico o nanosegundo, es solamente el instante en el que todo se congela, sólo hay silencio, y ocurre la Primera Ley de la Termodinámica. Un sutil aumento de temperatura en el aire, quizás, un electrón cambiandose de lugar, una molécula de agua comenzando a vibrar. Es el cambio, el mayor cambio del mundo, más que cualquier avance científico que incluya algo insignificante como inventar la rueda o un celular con pantalla touch.

Quizás lo grande de la experiencia humana está en esas pequeñas sutilezas, esos destellos de luz esparcidos en las miradas de los amantes, en las sonrisas de amigos, en la gentileza de los desconocidos. Ahí es a donde se desparramó la energía que se mudó, de una vida a otra, llevando la paz al peatón inadvertido, que camina y siente de repente una sensación de conmoción, sin explicación aparente, para continuar luego con su caminata, sin idea de su participación fundamental en la quiescencia del universo.


sábado, mayo 17

Retorno

Me fui un tiempo largo.

Mi último escrito acá fue el 29 de enero del 2012, y me da escalofríos saber que en dos años de no escribir soy otra persona.
Casi siento que usar este blog es una falta de respeto, es ese nuevo album de una banda de 20 años que no tiene nada que ver, pero al mismo tiempo marca cierta evolución. Vagué por otros blogs que inicié y dejé, llevo un diario de mano para escribir algunas cosas, pero no es lo mismo.

Volví por estas tierras eléctricas. Ahora, a echar chispas.

domingo, enero 22

Cuento I

Sonaba de fondo una canción con voz de mujer y violines tormentosos. El viento golpeaba las cortinas violetas de Amelia, moviendo todos los papeles y libros en su habitación. Las fotos que colgaban en su pared bailoteaban, golpeándose entre sí e intentando huir de los pines que las aprisionaban en el corcho, queriendo ser libres y flotar como los recuerdos que evocaban, recuerdos de salidas a boliches con amigas, de tragos con otros amigos, del primer día que empezó la escuela y sus papás la acompañaron a la puerta del colegio, de su abuela teniendola en sus brazos y otra de ella muy sexy, artística, con un vestido negro y guantes, haciendo honor a Audrey Hepburn en Desayuno en Tiffany's en una fiesta de Halloween del conocido de alguien de la facultad. Ninguna foto de un hombre, porque ningún hombre formaba parte de su vida, llenando ese agujero que tanto podría satisfacerla pero nunca lo hacía. Porque los hombres podían ser sus amigos, geniales amigos de hecho, responsables de noches de bailar y risas, de tomar café y debatir sobre filosofía y chismeríos, con una perspectiva distinta a la cínica femenina, pero no había nunca, ninguno, ni un 0,1% que estuviera dispuesto a correr el riesgo por algo más. Porque eran todos unos cobardes, sin lo necesario para no fingir sus emociones ni demostrar lo que realmente sentían de entrada, en vez de fingir un interés que luego, eventualmente, se desvanecería.

Y eso que Amelia era una chica muy bonita, promedio 8,76 en la carrera de Ingeniería Nuclear, una increíble fotógrafa por hobby y además había salido en el puesto número 150 de una carrera donde corrieron 5000 chicas, furiosas, a toda velocidad, con los pelos al viento, probablemente huyendo de sus pensamientos, de malos recuerdos, de pésimas decisiones y de la influencia del mundo en sus espaldas todo el tiempo, las 24 horas del día los 7 días a la semana. Probablemente la mayoría de las personas con tantos logros a la temprana pero tardía edad de 24 años podría ser pedante o engreída, pero no era su caso; ser ligeramente insegura era uno de los defectos que tenía, además de dormir 5 horas al día y hablar muy rápido.
Pero no se trataba, ni se trató nunca sobre ser inteligente, ser simpática, interesante o incluso atractiva, ¿Verdad? Cualquiera pensaría que los hombres hacen largas filas para poder probar eso, pero no lo hacían; la mayoría gastaba el tiempo haciendo cola en el nuevo Wendy's de Cabildo o en jugar a la computadora. Y aquellos que lograban encontrarla en algún camino del azar, terminaban adorándola y dejándola, como quien comienza una nueva religión esperando un cambio milagroso en su vida.
Y no era la única, por supuesto. Cada vez que se juntaba con sus más queridas amigas, cada una poseedora de una belleza singular y estereotípica, saltaba siempre sobre la mesa y los Mojitos una nueva historia. ¿Recuerdan aquel chico aleatorio, que conocí de esa forma inusual y que aparentaba amarme y todas pensamos que era el cambio de mano, las nuevas cartas, el nuevo año o la nueva estación, dando algo nuevo que no teníamos, mostrando que sólo teníamos mala suerte, que estábamos equivocadas? Oh bueno nunca supe nada más de él, oh qué curioso. Ni siquiera me llevó a la cama. Decidió que quería dedicar su vida a coleccionar rocas o acostarse con su ex.
Amelia ya había tenido suficiente para una vida y no iba a permitir que otra vez se salieran con la suya. No lo hizo desde que tuvo en sus manos el poder, desde que prometió bajo la tormenta que no estaba dispuesta a compartir el planeta con la escoria masculina que tuviera el mal hábito de ir por ahí destrozando el corazón de otras personas, incitándolas a llorar, tomar helado en potes de kilo para sentirse mejor y rompiéndose el hígado para olvidar. Porque con ellos el mundo estaba podrido, y era hora de purificarlo; No era justo para las mujeres, musas de la naturaleza, ni para los pocos ejemplares que hubiera por ahí, libres, circulando. Su abuela le había enseñado, entre otras cosas, que mentir era uno de los peores pecados que existían, que todas las chicas son princesas y no tenía que dejar que nadie le hiciera creer lo contrario. Y ellos siempre, siempre empecinados en intentar demostrar lo contrario, en asesinar ilusiones y jugando a hacer lo contrario a sus palabras, pues bien, Amelia ya estaba cansada de eso.
Se paró frente al espejo de cuerpo entero, con los ojos brillando en la oscuridad de un color azul eléctrico. Tomó su lápiz de labios que guardaba para esas ocasiones, color "Beso de Chocolate", que combinaba con el lunar sobre sus labios y se lo pasó una y otra vez, hasta que quedó perfecto. Se acomodó el cabello, largo y con ondas feroces, y se calzó las botas negras, largas hasta las rodillas y tomó del perchero en la puerta su capa azul, que guardaba para esas ocasiones. Una última mirada a su reflejo, y estaba lista. Pollera y musculosa negras, de cuero, ajustadas al cuerpo, guantes hasta el codo negros, haciendo juego con sus botas y su capa, azul, larga hasta la mitad de sus muslos, ondeante como su cabello al viento.
Salió por la ventana y se asomó al balcón, el de su habitación, que daba a la tranquila calle de su barrio. Se paró sobre la cornisa y sin saltar, el viento la elevó por el aire, títere de su voluntad, y descendió apaciblemente sobre el césped, lleno de hojas naranjas caídas por el otoño, que corrían de un lado a otro, sabiendo que algo iba a ocurrir. Una vez en tierra firme, tomó carrera y dio un salto y se elevó por el aire, 2, 3, 5, 10 metros, y planeó junto al viento, con el pelo haciéndole el brushing mientras volaba, cruzando la Capital Federal, hasta encontrar la casa del portón rojo y descendió en línea recta, cayendo sobre sus pies, sin sentir el más leve dolor, ya que su cuerpo no se había lesionado. Porque perdió esa capacidad, al mismo tiempo que ganaba muchas otras, en aquel accidente de laboratorio hacía dos años, en el taller para Química Nuclear II, en la que la mezcla con la errónea proporción de cada ingrediente, la radiación y la falla en su traje especial que debía protegerla de cualquier cosa la dejaron inconsciente mientras el laboratorio se incendiaba y en observación por una semana, hasta que la dejaron ir a su casa con sus padres, muertos de la preocupación, porque nada había salido mal en los exámenes que le hicieron los mejores médicos del mundo y especialistas en Medicina Nuclear, quienes no sabían en qué había consistido el accidente ni cómo ella podía estar sana y salva después de todo. Y nunca supieron los cambios que ocurrieron en ella, cómo el fuego, el clima, la electricidad y los objetos podían moverse a su antojo, ni para qué ella utilizaba esas ventajas que la ADN Polimerasa le había dado.
Se paró frente al portón de su casa y, entrecerrando sus ojos brillantes, por la ira y la frustración, lo cual le daba mucho más poder, éste abrió sin ofrecer resistencia. Encontró su Fiat Duna rojo, durmiendo a salvo del viento y la lluvia y el peligro de descansar en la calle, el auto en el que él la besó cuando se ofreció a llevarla a su casa, como todo un caballero. Parecía ser distinto, porque ni siquiera se quiso aprovechar de ella. Insistió en verla nuevamente, la invitó a comer a Puerto Madero y que no quería apresurarse a la consumación física del amor porque ella *realmente* le interesaba. Seguro *realmente* le interesaba, lo demostró diciéndole por mensaje de texto que verse de vuelta ya no le interesaba porque "estaba confundido" y que quería ser su amigo nada más. Siempre era algo así. Si no era confusión, era él intentando acercarse a sus amigas en bares para usarlas por sexo, como hizo con ella. Si no era eso, era el pánico escénico de invitarla a salir y ni querer acompañarla a la parada de colectivo. Si no, no pasar nunca a buscarla porque se había quedado a dormir con otra que conoció en una fiesta y enterarse por haberlos visto salir del albergue transitorio. Cada uno tenía su estilo y su firma, y por eso tenían que pagar. Porque no se dice una cosa y se hace otra, porque no se lastima a la gente, porque no se destroza con el pie una torta de manzana, miel y canela recién horneada ni se dispara a los pajaritos que acaban de salir del huevo. Es inhumano y es cruel.
Sonrió una sonrisa fría y traviesa. El auto prendió sus luces, movió su parabrisas, se despegó del suelo unos 10 cm y se dio vuelta en el aire. Amelia parpadeó y el autó cayó, rompiendo todos sus vidrios y espejos, sin moverse de su lugar.
Un ladrido que venía de la escalera que comunicaba la cochera a la cocina la sorprendió. Un ovejero alemán inmenso y furioso le ladraba, anunciando que había una intrusa en la casa. Amelia le sonrió, lo miró fijamente con sus ojos radiactivos y le dijo:
--Mal chico, mal chico.
Instantáneamente dejó de ladrar y subió las escaleras nuevamente, tranquilo.
Amelia dio dos pasos para atrás, buscando la ventana encima del portón; la ventana que correspondía a su habitación. La luz estaba apagada. Sin dejar de sonreír, dio otro salto y se elevó por el aire, y manteniéndose firme, con el cabello furioso volando hacia arriba, mezclándose con su capa, lo vio a él, acostado en la cama escuchando música con auriculares, leyendo un libro. Y con un parpadeo de los ojos de Amelia, un relámpago inundó toda la zona como el flash de una cámara de fotos inmensa, un trueno hizo temblar la tierra, y la luz se apagó en esa casa. Pudo ver el cabello rubio de él, peinado con egoísmo moverse, mirando a su alrededor. Su computadora portátil se había apagado dejándolo sin música. Amelia vio que se puso de pie, mirar hacia la ventana y parpadear confundido, y supo que era tiempo de huir. Desapareció con el viento y volvió volando, por la ciudad de noche, en el medio de la tormenta de viento y relámpagos. Él nunca iba a reconocerla, porque seguro ya no pensaba en ella, y si lo había hecho, no había nada que pudiera decirle. Seguro pensó en ella por primera vez después de semanas de desaparecer, porque ni siquiera pensó cuando le mandó el mensaje, porque no era algo a lo que le hubiera dedicado tiempo o esfuerzo. Quizás no le parecía interesante, emocionante o eléctrica, no lo suficiente como para estar con él, pero ahora tenía algo que apasionante en lo que pensar y con lo que tener pesadillas.
Ya nadie le iba a romper el corazón a Amelia, y ella se encargaría de que él no se lo rompiera a nadie más. Es lo que ella hacía ahora. Una vez en la comodidad de su hogar, se puso su camisón blanco de encaje, se ató el largo e indomable cabello con una trenza y se fue a dormir, pensando en todas los corazones rotos que iba a recuperar esa noche y todas las noches, destruyendo hogares e hiriéndoles donde más les dolía, en honor a todas las chicas heridas y engañadas del planeta que por ella llamaran. Era una villana que bailaba en el territorio de una santa y golpeaba a Cupido en la cara con sus estúpidas flechas.
Una vez que se durmió, la tormenta se calmó, y el Sol salió a la mañana siguiente, listo para un nuevo día.

jueves, enero 5

Inmortales

Una de las primeras cosas que enseña la facultad, si no es incluso la escuela secundaria, es cómo presentar un tema, ante la primera pregunta de un docente riguroso. ¿Qué es la filosofía?, ¿Qué es una neoplasia?, ¿Qué es la fisiología? Aún sin tener demasiada idea, es una forma elegante de comenzar un discurso dividiendo a la palabra en partes y traducir en algún idioma antiguo del que se desconoce, para quedar como un conocedor de las artes, un amigo íntimo del joven Aristóteles. Mucho más seductor es si uno puede reírse con desdén de las nomenclaturas, fieles a viejas creencias como los humores del cuerpo o que el Sol gira alrededor de la tierra. ¿Cómo no seducir a un docente, entrando en calor con un poco de etimología, como si se tratara de sacudir la copa de ron antes de tomarla junto a la chimenea?

Palabras complicadas, de nombres largos, son fáciles de descomponer, después de todo los prefijos y sufijos tienden a repetirse. Pero iba corriendo por el césped y me atacó desprevenida una duda. ¿Qué significa la palabra "Amor"? ¿De dónde viene? Pude haber leído y oído miles de teorías, fundamentos químicos en el cerebro para explicarlo, psicológicos para comprender las grandes perversiones y patologías de la mente, biolóficos y, sin duda, filosóficos para entender de qué se trata realmente, pero no, francamente no tenía idea de qué significaba la palabra.

Investigué vagamente por internet, buscando si en algún lado se confirmaba mi primera suposición de persona que no estudia nada relacionado a las lenguas o los idiomas; "a", como ausencia o falta de, y "mor", parecido a mortis o mors o muerte o lo que más lindo quede en letra cursiva. Por supuesto, la internet se encargó de aclarar que esto es una falsa etimología o una idea errónea hecha por suposiciones de, justamente, gente que no sabe nada de nada, pero tampoco podía indicar la genética de la palabra.

Quizás no sea lo correcto o aprobado por la ciencia, pero tampoco lo son los signos del zodíaco y sin embargo un 65% de la población lo lee en el diario y un 80% sabe de qué signo es; después de todo, no sé qué relación puede tener la posición de Marte con mi personalidad, pero no puede ser una casualidad que amo el color rojo y soy enérgica como el fuego. ¿Qué tiene de malo considerar que el amor es la falta de muerte? ¿No es acaso la energía que lleva a los niños a buscar abrigo en sus padres, a los amantes a formar un ovillo humano cuando truena, a los guerreros a ganar todas las batallas y volver a sus casas con sus esposas, a los estudiantes a memorizar volúmenes para destacarse en sus profesiones y poder alimentarse a sí mismos y a sus hijos, y preservar un apellido por toda la eternidad hasta que un iceberg del espacio choque con el planeta?

Después de todo, corremos en círculos por todas partes, como murciélagos hambrientos, intentando buscar la fuente de ese aroma a quemado, de la chispa perfumada, de eso que nos alargue un poco la vida, que congele unos segundos y eternalice todos los instantes. La única razón por la que los jóvenes se arreglan  y buscan valentía en bebidas de botellas de vidrio y vagan por las noches, con música alta admirando luces, tal como hacían en los tiempos de los dinosaurios y Adán y Eva es, además de las justificaciones de la vida diaria y escapar de la rutina que acontece, encontrar aquella otra fuente de juventud eterna. Invertir latidos del corazón en una cafetería, tomando algo con esa persona incógnita, o besando a desconocidos en callejones oscuros, todo eso como una forma de quitar con un cuchillo la corteza de un árbol donde en su corazón no se espera otra cosa que la fuente de la pasión y la vida. Las miles de mariposas burbujeantes, las mentes hablantes y los amaneceres en la playa, como promesas de unirnos a aquella otra persona junto a la cual, cada instante, se perpetúa por siempre. Reírse en la cara de la muerte, porque ni ella puede acabar con esa magia, aún ni siquiera después de la vida.

martes, noviembre 22

Mediocre

Con el ruido de fondo de una ciudad que amanece y se va a dormir en horarios estrictamente rigurosos, es habitual dejar caer los párpados, alcanzar el paraíso de los ojos cerrados por unos segundos con patrón de ondas alfa en el cerebro y sentir el estrés de la vida cotidiano como un nivel de agua hasta el cuello. Es el momento de cruda honestidad, donde sólo está el silencio interno y la propia voz catalogando los avances en la vida.


Mediocre se considera, a pesar del mal uso de la palabra, a aquello de calidad media o "de poco mérito, tirando a malo", como muy ciertamente la RAE afirma. Es complicado usarla en una oración correctamente, sin embargo, porque está el peligro de aplicarla a quien no logra ganar o ser el mejor sin importar su esfuerzo. Un nadador que sale quinto en una carrera es mediocre? La chica que hace gimnasia artística pero no logra hacer un rondeau apropiado, o el que luego de mucho estudio logra aprobar con un 6 un examen muy difícil? Siempre está el otro que se sacó 8 y Michael Phelps, sí, pero eso no implica que el que no ganó no haya dado lo mejor de sí y no se haya superado a sí mismo. Hay un triunfo como final de la historia interna de cada uno y es prácticamente imposible juzgar a los que logran algo, porque después de todo, ¿Quién puede ponerse a decidir quién se esforzó más que el otro?

No ser mediocre está en superarse a sí mismo, en no conformarse con lo que se espera de uno sino en dar más que eso, o estar al menos dispuesto a intentarlo hasta la muerte. A pesar de todas las propagandas y fotos de deportistas talentosos, no es algo tan poco común no estar en el grupo de los non-achievers. Empleados que se conforman con dar el mínimo esfuerzo en su trabajo para hacerlo en el tiempo y calidad justas, sólo para no cansarse y quemar las energías en actividades sin valor, estudiantes que más que aprender, estudian para aprobar. Relaciones aburridas, teniendo como motivo de unión la falta de ganas de esmerarse en mejorar las cosas, de volver al mundo de los solteros o el lema de "no voy a encontrar algo mejor que esto, meh".

Es algo que nunca voy a entender. Es decir, no todos tienen la suerte de sentir pasión por la ciencia, o el arte o la curiosidad por el mundo. ¿Pero de qué se trata una relación si no es de amor, amor como el de Romeo y Julieta, amor que quema civilizaciones, amor hasta la vejez, amor sin histeria, sin egoísmo, más allá de las apariencias y hecho por haber sido buscado y encontrado, precisamente como uno lo quería? No, no se trata de sexo ni se trata de muy buen sexo o de "al menos lo tengo asegurado". El amor es hacia uno mismo por sobre todas las cosas, porque de eso se trata el instinto de supervivencia, y, después de todo, we live together and die alone. Y cuando se generan tormentas eléctricas al rozar la piel de otra persona que es todo eso y mucho más, y la loca sensación de "no puedo creer que alguien tan perfecto guste de mí", bueno, ahí está. Y eso se nota cuando se siente. Son los flashes que iluminan el cielo durante la lluvia.

Es eso o es nada. Voy a estar feliz estando sola buscando eso, hasta que lo encuentre, porque encontrarlo va a hacer que valga la pena. Y por eso me opongo a conformarme con cualquier cosa que encuentre y "pueda servir". No se trata de ser exigente, no se trata de que por estar sola no tenga derecho a "ponerme quisquillosa". Porque yo valgo algo y yo sé lo que quiero, porque tengo una vida y no pienso dejar de lado mis actividades para pasar el tiempo con algo que no es más que un insulto al concepto de una cita o relación o lo que sea, porque me niego a ser el plan B de algún pibe que me elige a mí porque su primera opción no estaba disponible, y me niego a elegir a alguien basándome en ese criterio. Porque el mundo está lleno de cosas que son mediocres, pero no voy a hacer nunca al amor una de ellas.

Y sí, por supuesto que sí, tengo el derecho a elegir con quién quiero pasar el rato.

lunes, noviembre 7

Actores y Guionistas

Se da vuelta por enésima vez el reloj de arena y comienza un nuevo día. Rutinas matutinas, música de fondo y la vida no es más que una película eterna donde cada uno es un personaje con un determinado rol en cada historia. El género de la película depende de cada uno. Algunos viven épicos melodramas, llenos de emoción y falta de sentido, mientras que para otros el despertador se ve como la intro de las películas de Marvel, con todos los comics shuffleando velozmente. Para otras mentes menos organizadas, quizás todo está visto desde los ojos de Tarantino, y deben correr a dedicarse a la cirugía para escuchar la música de Kill Bill a la hora de sacar un apéndice. Depende del rol asumido para cada película y en qué categoría de Blockbuster buscarla a la hora de alquilarse algo - allá, donde el kazaa era demasiado sofisticado para la gentuza - el guión va a tener un determinado contenido. Y sólo está en uno, a la hora de cambiar de película e ir a la siguiente parte de la saga, hacer un guión distinto.


Y tal vez acá todo se analice al revés. En realidad, ¿No están las películas o personajes basadas en historias individuales de muchos directores, guionistas y actores? ¿No es la representación de cada comedia romántica el final ideal de un corazón roto, o la forma emocionante de ver la vida para una película de acción? Eso explica por qué la vida puede ser tan esterotipadamente cliché para algunos. Héroes sin reales poderes pero que son especiales en el mundo, por azar, destino o una incómoda mezcla de ambos, destinados a estar solos, porque es el sacrificio que deben hacer por la humanidad, por los demás, por el bien. Villanos perdidos en sus historias personales, sus traumas y sus motivaciones una vez sensatas, eventualmente marchitas en la obsesión. Mejores amigos, actores de reparto y dobles que se cruzan por las calles y se entrecruzan en otras historias, sin saber cuál es su meta en una película hasta que se vuelven personajes principales en otras. Es en la vida donde hay que salir y exponerse, para ver en qué escena uno se encuentra con el personaje de otra serie, con sus motivaciones y persecuciones y, con una música de fondo, toda la trama cambia.

Y cuando la rutina no es más que rutina y nada cambia, no hay que olvidar que muchas historias comienzan con un relator de fondo que cuenta en sólo unos pocos renglones, cuán monótona era la vida hasta que apareció tal cosa, cuán rutinarias eran las desilusiones amorosas hasta que se formó una barrera impermeable de defensa que luego un argumento de amor irá a derrumbar, y cómo cada idiota que juega con el corazón de la superheroína en su misión de salvar el mundo y salvarse a sí misma de él dejó en claro que los hombres no eran nadie en quién confiar y que eran sólo simples mortales hasta que, algún día, eventualmente, aparecerá el superhéroe de otro comic, que con un simple uso de sus superpoderes podrá llevarla a la Luna y mostrarle que tuvo que haber pasado por todo eso para después terminar nadando por las estrellas con una suave melodía de fondo.

viernes, noviembre 4

Libertad

Un derecho innato, la calma a toda angustia, para cualquier especie que habita en el planeta, es la libertad. Quizás sea porque está codificado en genes provenientes de seres unicelulares, en forma de ADN circular extranuclear, el instinto a correr por prados verdes, jugar con las olas del mar y rodar por las montañas. ¿Y no es acaso todo lo que hacemos un intento desesperado para obtener esa libertad, la brisa sobre el cabello al correr a toda velocidad? ¿Cómo es que en nuestra desesperada búsqueda terminamos siendo prisioneros?


Esposas invisibles y calabozos decorados con arco iris y cachorritos. No necesariamente una cárcel infeliz, ya que el que entra lo hace voluntariamente y con alguna fuerza impulsora es capaz de cerrar las puertas con llave. La cárcel no tiene rejas, es sólo una habitación o un micro en el cual uno apoya se cabeza viendo a las vacas y las luces intermitentes amarillas en el suelo, como signo de la velocidad del vehículo, conduciendo al destino que uno elige. Sólo cuando se alinean algunos planetas y sus satélites, o simplemente al azar, uno reconoce que, en el mundo de las metáforas, es totalmente factible abrir la ventanilla, saltar y salir volando.

martes, septiembre 6

Corazón con agujeritos

Nadie puede realmente caminar por este mundo sin llevar en su mochila el recuerdo de un corazón roto. Ninguno que hable del dolor, de la tristeza, del cansancio, de la rutina y la ansiedad tiene derecho alguno a hablar de la magnitud de su sufrimiento si no experimentó nunca la sensación de ardor de ojos, falta de aire, calor en las mejillas y un vacío en el estómago, en el contexto de un mundo que se derrumba mientras sigue girando sin que nadie se de cuenta de qué pasa.


No se trata necesariamente de que todos sean miserables por eso ahora; Hasta los amantes más felices observando a la tierra desde el planeta a elección pueden cerrar los ojos y recordar aquella vez donde el mundo estaba hecho de hielo y sin aire. Es parte de una de las experiencias de la vida; como el trauma del parto donde uno se asoma a un mundo lleno de médicos, gritos y estrés, caerse de la bicicleta y lastimarse o tener varicela. Nos unen a todos como seres de una misma especie, al menos en estos tiempos. Los más afortunados quizás lo vivieron una sola vez, otros un par más y para otros es la única versión de amor que pueden encontrar. Es que es complejo; Evitar cualquier tipo de sufrimiento requiere no sólo suerte, sino cierta habilidad para poder prever situaciones que, incluso si se puede con el uso de la razón, tienden a ocurrir por una fuerza más fuerte que escapa la voluntad. Justamente, una cosa buena para aprender de cada corazón roto y que no debe olvidarse nunca es ver las formas en las que eso se pudo evitar y cómo uno pudo salir para finalmente reponerse.

De todas formas, hay tipos y tipos de corazones rotos. Están los que vienen de un amor correspondido, y los que son unilaterales. Los que son por estar en segundo lugar, los que surgen por no estar en ninguno; los que tienen como límite la distancia entre dos continentes, la línea entre la vida y la muerte o la voluntad del otro, más fuerte que los anteriores. Pero no se compara, ninguno de ellos, a aquel que fue hecho en la niñez o pubertad, cuando las hormonas todavía no circulaban pero el organismo comenzaba a sospechar que había algo latente, en silencio, esperando la señal para florecer como árboles en primavera.

Es fácil de ver las dificultades de encontrar la felicidad con otra persona en un mundo con obligaciones, subtes llenos de gente, facturas por pagar y exámenes que se acumulan cada cuatrimestre. Es sensato, es lógico. Lo que uno busca, lo que el otro busca, lo que uno puede ofrecer. Es casi como buscar un departamento para ir a vivir, y no sólo está la zona, el precio sino todo lo que hay que vender y cuántas horas extras para trabajar para pagarlo. Más allá del dolor que ataca en la punta del nervio que gira alrededor del corazón y lo ahorca, es bastante comprensible cómo funciona estar mal en las situaciones del cuore.

¿Pero cómo se explica el amor no correspondido, la separación de los cuerpos cuando no existe esa necesidad física o química, donde el cariño es puramente genuino sin la lujuria enturbiándolo, en un mundo donde sólo existe la escuela primaria, la magia es real y los pasatiempos incluyen jugar con autos o muñecas? No está la libertad para tomar decisiones, ni la capacidad de entender las cosas, ni de hacer planes, ni siquiera el concepto de amistad que acompaña a superar el dolor, ni el de conocer a otra persona, mucho menos el de olvidarse de todo con alcohol o dedicarse al trabajo o lo que sea. No hay nada más. Es un mundo mágico donde las cosas suelen pasar por sí solas - un plato de comida, una torta recién horneada, un regalo para el Día del Niño, sin ningún esfuerzo, casi por inercia - no se puede hacer nada para conseguir el amor de este otro infante, y es disecante, es tenebrante, es espantoso.

Tal vez no le pasó a todos esto de tener un crush a los ¿8, 9, 10 años? Tuvieron suerte, entonces. No conocieron esa forma horrible de vacío que genera la soledad a esa edad, pero tampoco esa curiosa sensación calurosa de bienestar inexplicable previo a las hormonas, donde estaba sólo esa necesidad de que ese chico guste de mí, sin saber realmente para qué me servía eso, sin pensar en progenie ni evolución, donde solamente quedaba pensar en él, reirme de sus chistes y esperar que me tire del pelo cuando izaban la bandera.

 

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