miércoles, diciembre 23

Una cuestión de zapatos

Sandalias, zapatos o crocks. Un fino detalle, casi un accesorio, de una función tan básica que está casi subestimado. Comprados en un puente o en millones de cuotas sin interés en un shopping, a la par con carteritas que forman parte de un outfit único y exclusivo; te llevan a correr por la vida, a los colectivos que te llevan a la rutina -o a romperla- y por la calle, marcando pasos en el mundo. Tan efímero y tan significativo.

Y aún así son un misterio. ¿Por qué habría alguien de meterse en tantas molestias por un par de zapatos? Cenicienta tiene una carga importante de culpa. Ella y su zapato de cristal indicando su destino como una brújula apuntando a un castillo con príncipe incluído. Para no mencionar las constantes promesas de hacer ver a las piernas sencillamente bien o aumentar 5 centímetros de altura, en caso de los tacos aguja (Sólo para osad@s y/o tamaño petit!).

Pasa inadvertido en la vida diaria, pero en realidad el zapato cumple con algo crucial, ganando un 30% de todas las otras cosas importantes. Es decir, a la hora de salir de la calle, uno no está listo hasta que tiene puestos los zapatos, ya que en el 96,7% de los casos son el último accesorio, la estrella arriba del árbol de Navidad, "El Fin" al final de una buena película en blanco y negro. Toda la vestimenta cobra sentido cuando están puestos los zapatos.

No estoy del todo segura qué me lleva a escribir un post sobre zapatos. No soy una chica que se pare a ver vidrieras de zapaterías y detesto salir a comprar cuando los necesito. Sin embargo, es inevitable vagar con la mente a la hora de ponerse Efficient en los piecitos, pensando que no estoy lista para absolutamente nada hasta calzarme mis zapatillitas negras preferidas que parecen de bailarina. Es el toque final, es lo que me da la seguridad de que no salgo a hacer las cosas descalza, sin tierra firme en la cual apoyarme. Es la cherry on top que tienta al comprador a pedir el postre. Calzado el calzado, estamos listos para un día de acción.

1 comentario:

Lafran dijo...

jjajaj basicamente somos un arbolito de navidad dado vuelta. Quisa esa sensacion de desnudez, de incomplitud (?), de salir sin calzado es la que nos llena de placer al estar en nuestros hogares sin ellos. Quizá sean los zapatos quienes nos visten a nosotros, la necesidad de usar zapatos para moverse en el mundo nos llevo incondicionalmente a usar ropa como accesorio para los mismos. Por eso disfruto salir en pantuflas y desafiar, mínimamente, este orden impuesto desde abajo.

 

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