lunes, julio 25

Fidelidad

Es claro que la lealtad es todo un tema en una pareja. Naturalmente, una relación con otra persona es un vínculo primitivo y tenerla es abrir un cajón donde afloran las neurosis de eventos tempranos en la vida que nos terminan marcando por siempre. Un enlace cuya naturaleza dependerá de la integridad de los átomos que la conforman.

Porque desde el comienzo, hay un acuerdo mutuo. Se firma un contrato tácito en el que ambas partes se comprometen a seguir una serie de pautas. Cada relación es un mundo, pero los temas a tratar incluyen, entre otros:
I. Lealtad
II. Respeto
III. Confianza
IV. Una visión compartida del futuro
V. Compromiso
VI. Determinación
VII. Exposición clara de obstáculos de cada una de las partes
VIII. Etcétera.

Y una vez acordado, se genera un marco de seguridad donde las dos partes pueden abrirse y mostrar toda la luz de su persona al otro, y, sin formar una unidad en sí y no perder la identidad, pueden ser un equipo que camina en la misma dirección. Es un manto muy delicado que los protege, y que hay que respetar para evitar que las cosas no se desmoronen y haya pedazos de cada uno flotando en el medio del espacio.

Es por eso que para poder huir de todo ese halo de proyección de todos los temores y deseos de otra persona y escabullirse debajo del paragüas de un tercero no sólo requiere un gran gasto de energía, pero también un placer en la destrucción de la otra persona que no podría ser más correcta su calificación como sadismo. ¿A qué clase de alma no podría torturarle la idea de quebrantar, a sabiendas, la confianza y el amor en su forma más pura del otro, y hacer de eso un hábito? Una segunda vida, una segunda cara. De día, el novio perfecto, la chica más dulce del mundo, pero de noche se convierte en una bestia que acuchilla a su amante por la espalda cuando se inclina a darle un beso de las buenas noches. Porque debe ser un esfuerzo muy grande fingir abrirse con alguien mientras al otro se le manda un mensaje de texto preguntándole cómo le fue en un examen y que no tiene que tener miedo.

La infidelidad como estilo de vida no es sólo romperle el corazón a otra persona, es un estilo de sociopatía que juega con la cabeza de la persona que clamás querer más que a nada en el mundo. ¿Qué se puede ganar haciendo eso, además de incendiar el plan de vida juntos, además de meterse un cuchillo en el bazo? Porque el engañado puede preguntarse cómo pudo confiar en él, pero el que engaña tendrá que vivir con la mochila en su espalda de qué mierda le pasó en la vida para terminar siendo eso.

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