Fue cuando estaba sentada en la cama, apoyada en la pared, con mi cabeza rozando un calendario mensual lleno de anotaciones recordándome sobre mis obligaciones y planes, con una taza de
Esto tendría un sentido. ¿Cómo sabemos cuándo estuvimos completos? Un ciego no puede saber lo que son los colores, ni un sordo puede soñar con música, a menos que alguna vez hayan convivido con esas sensaciones. Pero, cuando estamos completos – o cuando confundimos una pieza por otra que realmente, realmente, se parece mucho a la que debería ir– es porque tenemos una idea de lo que estamos buscando, una idea basada en un esbozo en nuestra imaginación. Es un pequeño plan en nuestras cabezas, un tic-tac digital que comanda los patrones de la conducta.
Para algunos es el dinero; Para otros, los amigos. Otros se sienten completos mirándose a sí mismos, admirándose y cuidándose. Y para otros, y menos de los que parecen, es una persona que represente el amor. Una persona que parezca hacer que las cosas cobren un sentido. A veces la búsqueda se trata de la persona, y otras en el sentido que ésta otorga.
¿Qué pasa cuando no hay nada, cuando somos mitades, medias sin su par en un cajón de ropa interior? Mientras siga habiendo una vaga esperanza de que existe algo, la vida continúa. Y es cuando ya no hay nada más que ver, ningún otro lugar en el que creer que está eso, que la luz se apaga y comienza el invierno.
1 comentario:
Te de menta?
puaj
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