viernes, septiembre 17

Congelado

¿Por qué es que en un día como cualquiera, aburrido, cotidiano, para nada extraordinario, uno va por la vida, por la calle, por lugares igual de mundanos como ese mismísimo día donde transcurre todo, hasta cruzar por determinada esquina, un punto en alguna edificación en la que fue aquel momento, algun encuentro, alguna palabra, algún diálogo? Sobre ese mismo techo salieron trescientos soles y trescientas lunas, llovió, se secó la lluvia y volvió a llover, pasaron multitudes distintas y se han perdido conversaciones, pero sin importar el desgaste, caminar por ahí debajo, o al menos verlo desde la vereda de en frente sólo remite a un momento particular grabado en alguna conexión de miles de neuronas, despolarizándose e hiperpolarizándose como locas, porque es lo único que saben hacer. Es una fotografia que se sacó, una visión no sólo de los protagonistas sino de la visión del espectador, que quedó grabada en un rollo (de los viejos), se hizo cartón, se cortaron las figuras y quedaron flotando en el aire, en una telaraña en un punto específico del espacio y del tiempo. Habrá miles de dimensiones, y en cada milisegundo habrá, en cada punto de cada una de ellas, un latido o un suspiro con un significado subyacente; mientras ese milisegundo haya quedado congelado, no importa el tiempo, no importan los años, no importan los amores, las peleas, las amistades nuevas y perdidas que se produzcan a partir de entonces. Ese lugar fue, es y será el signo de que algo capaz de generar terremotos estuvo ahí una vez.

Y mientras uno pasa, en un día como cualquier otro, aburrido, lleno de gente, puede recordar aquella hora particular, de aquel día, donde ese mismo lugar, vacío, el universo como era conocido hasta entonces cambiaba para siempre, para no volver nunca más a ser lo que era y pasar a ser otra cosa, irreversible.

1 comentario:

Lux dijo...

Tengo varios de esos lugares (dos en la misma manzana, y, lo que es más asombroso, de posiciones y eventos antagónicos); y también me fascina su naturaleza inmortal, su etérea cortina que es brindada por nuestra imaginación. Esa es un parte de vivir: poblar de significados los lugares.

 

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