lunes, enero 4

La Policía del Karma

Karma. Otro de los matones del Universo, una fuerza, manteniendo un equilibrio. Haz algo bueno y recibirás algo bueno. Haz el mal y te sucederán cosas malas. La tercera ley de Newton, "Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria". Le pegás a la pared y la pared te pega a vos. Por supuesto, en la vida cotidiana es raro a alguien maltratando a una persona y esta persona maltratándola de vuelta, inmediatamente; el karma funciona de una manera más complicada, lejana y retorcida, algo así como una persona que le roba una moneda a un ciego y cuando sale a la calle lo pisa un auto. Incluso eso es demasiado evidente para una entidad tan misteriosa como el Karma.

Como leí alguna vez, pretender que me pasen cosas buenas por hacer cosas buenas es como esperar que un toro no me ataque por ser vegetariana. También sostiene un punto. Después de todo, si todo es un simple intercambio de eventos de igual calidad, ¿Cómo se explica que a la gente buena le pasen cosas malas? ¿Observan pedofilia en internet todas las noches y por eso se lo merecen?

Mi postura, por mucho tiempo, fue que no existía tal cosa como el Karma, sólo porque sabía por experiencia propia que por más persona óptima que fuera, parecía estar bastante orinada por velocirraptors. Muchas personas optaron por ese estilo de vida, y no hace mucha diferencia; después de todo, el Karma no es una entidad que nos exige fe ciega en ella. No es así, no realmente.

Sin embargo, hay pequeños momentos. Pequeños momentos que te hacen creer que es demasiado poco probable como para que se de esa serie de eventos, en ese orden, en ese momento, simplemente por azar, porque se dio. Es como empujar a una anciana en el subte al caminar apurada y apenas detenerse para disculparse, caminar dos pasos y ver al chico que te gusta con su flamante novia, abrazados.

Me gusta salir a correr. Me gusta escuchar Radiohead cuando salgo a correr. Tengo una playlist con unas cuantas canciones, y mi meta es llegar a escucharla toda, sin parar de correr, hasta saltar a otro artista, y parar. Pero, lo que más me gusta, es escuchar Karma Police al final. Es la última canción. Me da un empujón si estoy cansada. Y, además, si bien es dificil determinar una sola "canción preferida", existe la chance de que lo sea, en un mundo donde tenga el superpoder de determinar cuál es mi canción preferida de todas las que me encantan. Me gusta pensar cuando salgo a correr. Si es época de examenes, me gusta repasar lo que ya estudié. Si es simplemente un día como cualquier otro, me gusta pensar en mi vida.

La última vez que salí a correr, llegué al último tema de la playlist. Estaba corriendo a velocidad moderada, tal vez impulsada por cierta sensación de culpa que me mancha últimamente, de alguna forma. Aliviada, escucho que comienza Karma Police. Era el momento esperado, 4:21 minutos más y ya sería libre, el momento feliz de la elongación. Son sólo 4:21 minutos.

Adelante mío, en la bicisenda, veo algo que nunca había visto: una bicicleta detenida con un chico subido a ella, una soga atada a una de las partes, elongada hacia atrás, y una especie de tabla de madera con algún tipo de ruedas, y otro chico, más chiquito, sentado como indio en ella. A medida que me acerco, la bicicleta comienza a moverse, y también la madera en el piso, haciendo un ruido infernal, un ruido de madera que se arrastra contra el asfalto. Era terrible. Era ensordecedor. Y no me dejaba escuchar Karma Police.
No había corrido 40 y pico de minutos por nada. Empecé a correr más rápido, y paso a la bicileta y tal vez sin querer, o tal vez porque podía, él empezó a acelerar y me pasó a mi. El ruido que había empezado a atenuarse volvía en toda su furia. Junté aire y aceleré, nuevamente; la tierra alrededor estaba embarrada porque había llovido y no podía correr por ahí. No tenía escapatoria. Sólo tenía que correr. Rápido.
Ya me faltaba el aire, había superado al chico en unos pocos pasos y ambos íbamos a la misma velocidad. Ya había pasado la primera parte de Karma Police, y ahora escuchaba un híbrido, una mezcla entre la canción y el ruido de la madera en el piso.

Fue, en ese exacto momento, que recordé el video de la canción, que había visto una vez en youtube y una vez en VH1, hace más que unos cuantos meses.







El chico finalmente se detuvo, yo apenas podía mantenerme de pie y no había escuchado casi nada. Ahora escuchaba Jacqueline de Franz Ferdinand. Elongué. Me recuperé. Me volví a casa caminando, y no puse Karma Police, por miedo a que la policía del Karma me persiga de vuelta.

Karma o no Karma, ésa es la cuestión.

1 comentario:

Lafran dijo...

jajjajaj OMG

Es terriblemente escalofriante tu relato. Espero que no hayas llevado un encendedor a mano, pobre ciclista =(

Me gusto la idea de comparar a la 3ra ley de newton con el karma, si bien es obvia no lo habia pensado doh. Yo realmente no veo la necesidad de que exista tal cosa como el karma, pero pensarla asi, me hace dar cuenta que no es una necesidad, mas bien es. Pero tengo que seguir hilando mi idea.

 

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